Invierno, eterno y amado invierno [PRIV. BELARÚS]

Casa de Ivan (Kremlin de Moscú):

Ivan se encontraba en su casa, en Moscú. Mirando a través de la ventana del lujoso y peculiar palacio ruso, el cielo cada vez se volvía más gris y la nieve no dejaba de caer. Aunque el invierno ya había pasado, seguía haciendo ese maldito frío. Por eso, muchos dicen que el invierno es eterno en Rusia.

El ruso observaba el panorama con una sonrisa melancólica. Por una parte, no le gustaba el frío. Estaba acostumbrado a él, pero esos días oscuros le entristecían. Y por otra parte, lo amaba por ser su único amigo. Todos sus aliados, toda la gente que decía estar a su lado terminaba desapareciendo tarde o temprano. Menos él, el eterno invierno de Rusia, que nunca le dejaba solo. No, nunca le abandonaría. Por mucho tiempo que pasara, por muchas cosas que sucedieran, él seguiría ahí.

Ivan estaba totalmente perdido en sus pensamientos, mirando el lento caer de la nieve, cuando escuchó que alguien llamaba a la puerta.

- Qué raro... - musitó para sí.- ¿Quién será? - dijo, mientras se dirigía a la puerta a atender la llamada.

Esperé esos segundos que se esperan tras llamar.
Estaba nerviosa. Apoyaba mi peso sobre una pierna y luego sobre la otra mientras apretaba un papelito en blanco entre los dedos de mis manos.
Escuché los pasos de mi querido Ruso y callé a mi corazón en la garganta.

Suspiré deprisa y adopté mi expresión convincente.
El picaporte giró sobre si mismo...

- Ah, ¡neesan! - dijo el ruso, abriendo mucho los ojos de sorpresa por la inesperada visita de su hermana y mostró una sonrisa. - Adelante. - dijo, mientras la invitaba a pasar.

Su hermana era una persona algo... especial. Estaba extrañamente obsesionada con el ruso y daba un poco de miedo, pero Ivan la apreciaba. La apreciaba, porque junto con su otra hermana, eran las únicas personas que le demostraban su amor.

Pese a sus incomprensibles y locos actos, Ivan sabía que era una buena persona, y que siempre estaba dispuesta a ayudarle. Por eso, la recibió con alegría indicando que pasara a la sala de estar, tan lujosa y majestuosa como el resto del palacio.

Le hizo un gesto para que se sentara.
- Entonces, neesan. ¿Qué te trae por aquí, da~? ¿Como van las cosas en Minsk? - preguntó con su típica voz dulce, sonriendo.

Rígida, me senté en el lujoso sofá; acorde con el palacio.
-Yo...Quería verte, nii-sama.
Le miré unos segundos a sus hermosos ojos y enseguida regresé la mirada al papelito que, casi hecho trizas, se arrugaba y se arrugaba en mi mano.
En realidad, había salido a la calle en este frío día que, como todos, se repetía en la vida de mi nii-sama, porque quería proponerle de nuevo matrimonio.

Pero esta vez estaba bastante nerviosa. Y decidí aplazar el tema un ratito.
-Estoy bien, Nii-sama! Gracias. En Minsk tengo algunos problemas economicos pero...*Adopto cara psicópata* -De eso puedo encargarme.

El ruso observó el papelito que su hermana arrugaba con nerviosismo.
Ivan hizo una mueca de horror cuando vio la cara de la chica: se veía venir que no solo había venido para hablar y mantener una conversa sobre cómo iban las cosas por sus respectivos países...no.
El ruso tragó saliva, y la miró asustado, esforzándose por sonreír.
- Me alegro de que te vayan bien las cosas. - dijo. - Entonces...¿qué es ese papelito que llevas...? - preguntó el ruso, temblando ligeramente.
Sabía lo terrible que podía llegar a ser su hermana, y por alguna extraña razón se había obsesionado con su persona, aunque sean hermanos. El ruso se dispuso a formular una pregunta que cuya respuesta era fácil de intuír.

- Neesan... ¿a qué has venido? - dijo, desviando la mirada y temeroso a oir la respuesta de la chica.

El papelito ya era confeti. Tras perder mi modo de liberar los nervios, comencé a juguetear con lo dedos. Entrelazándolos una y otra vez.
Observé la cara de mi nii-san.
-Yo...No es nada, nii~san...Venía a...
No podía evitar desear levantarme de golpe y abrazarlo. Y, quizá, besarle.

-Creo que ya sabes el por qué de mi visita. Nii~san.
Apreté con fuerza las manos y cerré con esmero los ojos.
-Yo..¡Yo te quiero!, ¡Y quiero casarme contigo!

- Ah... hahahha... - rió tontamente el ruso, levantándose poco a poco de la silla y retrocediendo. Sabía lo temible que podía llegar a ser su hermana, y al parecer en ese momento venía con ganas de guerra.
- Neesan, si yo también te quiero, pero... no hace falta casarnos, ¿da? Además de que eso no sería posible...- dijo, con voz temblorosa. Su rostro se volvió pálido, mostrando una sonrisa forzada que reflejaba más miedo que otra cosa. - Neesan... piénsalo mejor, ¿vale? - dijo con su tono "lindo" de siempre.

El ruso iba retrocediendo cada vez más. Le tenía miedo, mucho miedo. Pero en el fondo sabía y era consciente de que su hermana era de las pocas personas que le querían de verdad... por eso, la perdonaba y la apreciaba. Sí, la perdonaría las veces que haga falta.

-No...¡No me comprendes Nii-sama!!
Exclamé, encolerizada.
--Te quiero...¡Te amo! ¡¡Te necesito!!
Chillé. Levantándome de golpe y dando un paso hacia él.

-¿¡De veras no lo comprendes Nii-sama!? No tengo que pensarme nada! ¡Quiero casarme contigo demonios!
Expliqué a gritos con lágrimas en los ojos.-¡Te amo!
El eco de esas dos palabras que tanto repetía resonaron por todo el palacio hasta que, poco a poco, desaparecieron. Pero mis sentimientos no eran como ese eco no...Yo siempre le amaría. Me acerqué a él deprisa, quedando a pocos centímetro de él.
-Por qué no podemos casarnos Nii~sama...?
Pregunté con voz entristecida, débil...Nada que ver con lo que había vociferado en los últimos minutos. Me esforcé por evitar que se vieran mis lágrimas de impotencia, pero no lo conseguí...

- Ah... hahaha... - volvió a reír tontamente el ruso. Su hermana... realmente estaba obsesionada con su persona, algo realmente muy raro que atemorizaba a Ivan. Retrocedió poco a poco, alejándose de ella a medida que la chica se acercaba más y más hacia él.
Pero de pronto, algo cambió en su actitud. Se puso a llorar, y musitó algo apenas audible, lamentándose del rechazo de su propuesta por parte del ruso. Ivan se sintió apenado por su hermana, al fin y al cabo, ella era una de las pocas personas que le querían de verdad, y que había estado siempre a su lado. Se acercó a ella, sin sonreír. Todo el miedo había desaparecido de su rostro.

- No pasa nada, neesan. - dijo, mientras le acariciaba su largo pelo, como solía hacer en su infancia. - Sabes que te quiero igualmente, no es necesario casarse. - continuó. Trataba de consolarla y tranquilizarla, intentando que se olvidase por lo que quedaba de día del extraño propósito...

Seguí llorando, escondiendo mi rostro entre mis manos.
Me estremecí cuando noté ese ademán de acariciarme el pelo. Ese ademán que tantas veces se repetía en mis recuerdos con él...
-Pero...No me quieres como yo te quiero, nii-sama...¡Y yo quiero que lo comprendas!
Musité, entre sollozos.

Entoncen me eché a sus brazos, abrazándole y apoyando mi cabeza en su pecho.
- ¿Por qué no me quieres ocmo yo te quiero, Nii-sama...No soy lo suficiente buena...?
Susurré, ya en mis últimos recursos con algo de cordura para hacerle entrar en razón...
-¡Tenemos que ser uno!...Los dos...
Cerré los ojos, sollozándo de nuevo.

El ruso no dijo nada, pues se limitó a abrazarla, un gesto que solía hacer muy a menudo en sus días de infancia.
- Yo te creo, neesan... - dijo, aun abrazado a ella. - Pero, ¿no crees que ser hermanos es mejor que estar juntos por un simple papel? - explicó, con voz calmada. Se separó un poco de ella, y le tomó firmemente las manos. La miró a los ojos, unos ojos violeta iguales a los suyos. - Por nuestras venas corre la misma sangre, y eso jamás se podrá cambiar... es como venderle el alma al diablo. No podemos renunciar a nuestra sangre, pues eso significaría dejar de ser nosotros mismos, y eso sería imposible. - continuó. No pudo evitar hacer esa comparación, un tanto macabra quizás.
- Lo que quiero decir, neesan... es que estamos unidos para siempre, por nuestra sangre, por ser hermanos. Y no hace falta ningún papel para demostrarlo, ni ningún título. ¿No crees, da~? - acabó de hablar por fin el ruso.
Suspiró, volvió a mirar a su hermana, que no decía nada. Sonrió ligeramente. Esperaba que se hubiese calmado...

Mi respiración se calmó y unas pocas lágrimas resbalaron por mis mejillas.
-Comprendo lo que me dices...Nii~sama...
Bajé un poco el tono de voz-Siempre lo he comprendido...Pero...
Sabía perfectamente que por nuestras venas corría la misma sangre. Y sabía que eso era un tesoro. Un gran tesoro para mí. Pero no era lo que yo deseaba.

-Nii~sama...Creo...Creo que no sabes bien lo que yo quiero...No quiero demostrar que estamos unidos...Yo...Simplemente...
Mis labios temblaron. Sus lindas palabras y mi agitado corazón estaban logrando que deseara desaparecer para siempre.
Yo te quiero a ti. Quiero pasar mis días a tu lado...No quiero ser tu hermana...Quiero..Quiero ser tu esposa...
Musité, ya cansada de que no entendiera y deseando que comprendiera mis sentimientos. Cansada, apoyé mi frente contra sus labios, despacio, mientras estrecerraba los ojos.
-Besame...
Le susurré.

El ruso apartó la mirada, no sabía dónde meterse... ¡Ojalá la tierra le tragase en ese momento! Esa hermana suya... jamás en la vida se iba a quitar esa idea de la cabeza, y Rusia no quería decirle que no... no quería herirla. Era una de las pcoas personas que el ruso cuidaba, y le importaba.
- E-entiendo, neesan... - dijo, pero en realidad era incapaz de entenderla. Es decir, llegaba a entender ese amor desesperado que sentía por él, pero... ¡se trataba de su hermana! ¿Acaso no deberían llevar una relación normal, de hermanos? Ivan era incapaz de comprender qué tenía él, que despertaba esa clase de amor en Belarus.
- ¿E-eh? ¿Q-que te bese? - repitió Rusia, retrocediendo un poco, temiendo a su hermana. Esas palabras tan dulces sonaban, de alguna manera... tenebrosas venidas de su boca.
En lugar de besarla, le sonrió dulcemente y abrió sus brazos para abrazarla tiernamente, estrecharla contra su pecho y acariciarle de nuevo el cabello - Neesan... - musitó para sí. - Muchas gracias, por demostrarme lo tanto que me quieres. - dijo sinceramente, con un suave tono de voz.

Cabizbaja, me refugié en su pecho.
Realmente nunca le había escuchado decir claramente ''No. No quiero casarme contigo''. Pero...En el fondo yo sabía que él..No..No me quería...
¡Pero jamás lo podría aceptar! ¡Nunca!
Por estos pensamientos el llanto regresó a mi persona.
Sujeté con fuerza su larga gabardina beis entre mis manos, mientras escondía mi rostro y ahogaba mi pena en su pecho...
Me sentí avergonzada de mi comportamiento.
Fuera continuaba nevando, con ese frío al que también estaba acostumbrada... Elevé la vista para mirarlo a los ojos...Era tan alto...Le adoraba.

- Nii~sama...En verdad, vas a lograr que me muera...
Compartí, en susurros. Volví a acomodarme en su pecho mientras el Ruso adoptaba una extraña expresión.-Yo solo quiero ser tuya...

El ruso suspiró, para mirar a su querida hermana a los ojos, con una dulce sonrisa. Una dulce sonrisa sincera, que muy pocos habían visto en el rostro de Ivan.
- Tú sí que vas a lograr que me muera... - dijo, riendo levemente. - Neesan, no debes llorar de esa manera... no me gusta verte llorar, y menos por mi culpa. - continuó. Entonces, cogió suavemente la barbilla de la chica, se agachó un poco y le besó con cuidado en los labios, para demostrarle que de verdad, la apreciaba y mucho. Era un gesto que ya lo había hecho algunas veces en su infancia, y sabía que a su hermana le gustaba. Le pasó la mano por ambas mejillas, para secarle las lágrimas, y volvió a acariciar su largo cabello.
El ruso desvió la mirada hacia la ventana. Seguía nevando... dios, realmente odiaba el frío.
- Oye, neesan... ¿no te gustaría vivir en un lugar cálido? - preguntó. En su mirada se reflectaba un aire de tristeza, de melancolía. - Un campo lleno de girasoles, cálido, donde nunca haga frío...y todos se llevarían bien. No habrían guerras, todos serían amigos. - explicó, aun mirando por la ventana. Realmente, no sabía por qué le había venido eso a la cabeza en ese instante. Se lo contó a su hermana, quería compartirlo con alguien. - Juro que algún día, yo construiré ese mundo. Y viviremos juntos y felices en él, neesan.

Ese beso me dejó paralizada.
En verdad no espera tal cosas de mi Nii~sama. Siempre lo estaba deseando pero...No estaba mentalizada.
Me sentí feliz. Muy feliz. Tan feliz que me entraron ganas de llorar.
Miré en dirección a la ventana, aún con su mano sujetando mi barbilla.
-Sí...A veces también pienso eso...Pero, tampoco deseo dejar esto...No lo sé.
Este era un deseo que se repetía bastante en mis días. Un lugar cálido, junto con mi Nii-sama. Un sitio feliz, con flores...Lo miré.
-Me..Me gustaría ayudarte a construir un mundo así, Nii-sama...

Volví a acomodarme en su pecho. De pronto, me sentía terriblemente cansada. Tal vez por llorar...Pero quería dormir. Pero tampoco quería irme después de ese beso...
Suspiré y cerré los ojos apoyada en su pecho, mientas le rodeaba con los brazos.

El ruso suspiró. Claro que ella no quería dejar eso, no le traía tantos malos recuerdos como a él. Ivan había tenido que soportar guerras crueles y sangrientas, mancharse sus manos de sangre, ver morir a su gente provocando ríos de sangre... ojalá todo eso nunca hubiese ocurrido, ojalá pudiese crear algún día ese mundo feliz que tanto deseaba.
- Gracias, neesan. - dijo, con una sonrisa triste. Sabía que un mundo de paz era imposible. - Sé que me ayudarías. - continuó, mientras le acariciaba de nuevo sus largos cabellos.
Belarus le abrazó, apoyándose en su pecho, y él hizo lo mismo. Puso sus brazos alrededor de su cintura y la atrajo más a su cuerpo. La chica cerró los ojos, parecía cansada... hasta se iba a dormir de pie.
Ivan le dio unos suaves golpecitos.
- Eh, ¡no te vayas a dormir! - dijo, para despertarla, y rio ligeramente. Rusia estaba más tranquilo, su hermana se había calmado, por fin había conseguido relajarla, aunque el ruso sabía que jamás lograría quitarle esa idea de la cabeza. - Si tienes sueño, podemos descansar un rato en el sofá del salón, es absurdo que nos quedemos de pie. - dijo, mientras traía una bandeja con unos cuantos blini *postre típico ruso, parecido a una crêpe*, la dejaba en una mesita pequeña y se sentaba en el sofá.

Sonrojada me senté al lado de mi Nii~sama.
Me...Me había cojido de la cintura...
Me sentía feliz y, a la vez, con unas siniestras ansias de más.
Decidí controlarme.
A su lado, poco a poco, mi cabeza bajaba. Acto seguido, al darme cuenta, volví a aguantarla recta. Y así repetidas veces.
Decidí hablar un poco para mantenerme despierta.

-Nii~sama...Te..Te gustaría viajar conmigo a algún país cálido?
Propuse, soñolienta.

- Viajar... ¿a un país cálido, da? - repitió el ruso, abriendo mucho los ojos por la sorpresa que le había provocado el comentario de su hermana. - Sería genial, da~. Lo pasaríamos muy bien. - dijo, mientras le mostraba una sonrisa tierna.
Observaba divertido como su hermana agachaba y levantaba la cabeza, luchando contra el sueño. Acarició su cabeza una vez más. - ¿Dónde querrías ir? Hay muchos países cálidos... - dijo, con su usual tono de voz, dulce y leve. - Los que he visitado ha sido solo por cuestiones de trabajo, y nunca he disfrutado bien de ellos. - continuó.
El ruso dio un profundo suspiro, mientras volvía su vista hacia la ventana y alargaba el brazo para coger un par de blinis de la bandeja que antes había traído. - ¿Quieres, da? - dijo, ofreciéndole uno a su hermana.

Di un leve respingo al escuchar la invitación, pues casi me quedé dormida.
-Muchas gracias, Nii~sama.
Dije, sonriendo de una forma muy natural...Me hizo feliz pensar que pensó en mí. Aún que eso ya lo sabía. Me quería. No como yo le quería a él. Pero me quería.

Cojí un blini.

-Mmm...
Pensé en París. La ciudad del amor. Pero... Me acordé de Francis.
¡Yo no quería que mi Nii~sama pensara en Francis en vez de en mí!
Pero no se me ocurría ningún otro lugar...Tal vez España pero...Se repetía el mismo miedo. Dedicí preguntarle a él.
-Pues no sé...Don..¿Dónde te gustaría ir a ti, Nii~sama?
Pregunté, dándole un mordisquito al blindi.

- Hum... no lo sé, hay muchos países iluminados por el sol, donde valdría la pena ir. ¡Vayamos de viaje, neesan! - exclamó, emocionado.
Pensó un momento.
- Hum... qué te parece... podemos ir a... ¿España? ¿Francia? He hablado con Francis, y dice que París es una ciudad muy bonita. - comentó, sonriendo. - Y se ve que en España hay unas islas donde hace mucha calor, pero que están bastante lejos de la península. -propuso.
- Aunque, en verdad me da igual. Vamos a donde tu quieras, Neesan, da~ - concluyó por fin. - Por cierto, ¿te gusta el blini? Lo he preparado yo, da~ - dijo, con su mueca inocente y su voz suave de siempre. Miraba con ternura a su hermana. - Y... ¿como es que quieres viajar a un país cálido? - le preguntó. Sabía que su hermana no viajaba muy a menudo, por eso le había sonado un poco rara esa idea de su parte.
Pero le gustaba, le gustaba y mucho.

Sentí una mezcla entre shock por pensar en los mismos países y, a la vez, mucha felicidad por coindicir en pensamientos...Aún no con las mismas conclusiones.
-¡Me gusta mucho, Nii~sama! Todo lo que tu prepares estará rico, lo sé....
París parís parís parís! Yo quería estár con él en esa hermosa ciudad!
Pero...Francis...Bueno, me encargaría de que no me robara a mi Nii~sama.
-También pensé en Francia...Me gustaría ver París, Nii~sama...

Le di otro mordiquito al rico blindi que mi Nii~sama había preparadoc cuando escuché la pregunta realizada.
-Um...Bu-bueno...
Me sonrojé.-Me haría mucha ilusión pasar más tiempo contigo...Ya sabes...Bueno...No sé... Quiero que seas feliz y sé que te gustan esos sitios, Nii~sama.
Expliqué nerviosa, mientras sostenía el blindi con ambas manos encima de mi regazo y movía una pierna.
-En...Entonces...¿Podemos ir a Francia, Nii~sama?
Pregunté, mirandole a los ojos mientras que, en los mios; podía leérse con claridad el nerviosismo, el sueño y el amor que irradiaba mi cuerpo cada vez que le miraba...
-Realmente no me importa dónde ir si es contigo...
Susurré, mirándo de nuevo al suelo.

Spoiler:

- Entonces, vayamos a Francia, da~ - confirmó el ruso, con una sonrisa. Sus mejillas se colorearon de forma natural, haciéndolo ver muy lindo. Estaba ilusionado como pocas veces lo había estado; hacía mucho tiempo que no salía de Rusia, y desde que Francis le había estado explicando tantas cosas acerca de la ciudad de "l'amour", sus ganas de ir a visitar París no hacían más que augmentar. Claro que, también podrían ir a ver a Francis, a ver qué se explicaba.
Aunque estaba feliz, tenía un poco de miedo. Su hermana... y su obsesión con él... realmente le daba miedo. Pero confiaba en él mismo, y si ya la había calmado tantas veces, entonces no tendría por qué haber problema alguno.
Acarició los largos cabellos de la chica.
- ¡Nos vamos mañana, da~! - exclamó divertido. - Puedes quedarte a dormir esta noche, si te va bien claro... - dijo. Esto le daba aun más miedo, pero no iba a mandar a su hermana a Bielorrusia por una sola noche. Además, tenía cierta gracia... pasarían una noche bajo el mismo techo, como cuando eran pequeños.

Casi estaba dormida cuando escuché tal proposición. Me desvelaron totalmente todas las ideas que, de golpe y sin previo aviso, entraron en mi cabeza moviéndolo todo de sitio.
-A-A dor...¿A dormir? Co...¿Contigo?
Dije, sonrojada, mientras le miraba. Nerviosa.
-V-Vale...M-Me parece bien...
Dije, demasiado ruborizada para ser verdad.

Regresé la mirada a mi regado, en tensión. Mientras apretaba fuertemente ambas manos sobre él.
Ya antes habíamos dormido juntos, claro estaba.
No solo en la infancia...
Pero no pude recordar una ocasión semejante a esta... Realmente estaba inquieta.
Y mañana partiríamos a París... Solo deseé no toparme con el idiota del vino.
Confié en mí. Me libraría de él como podría librarme de cualquiera si de mi Nii~sama se trataba...
Por supuesto que sí.

Miré a Mi Nii~sama. Lo vi tan..Emocionado. Tan lindo...Que no puede evitar dejarse ver una sonrisa de pura felicidad. De esas que pocas veces se podían apreciar en mi rostro...
Cuanto le quería...
-¿Estás nervioso, Nii~sama?
Pregunté, divertida; mientras mis manos seguían fuertemente juntas.

- Sí, estoy un poco nervioso... - dijo, mientras le sonreía. - Es que tengo muchas ganas de salir, ¡seguro que Francia es magnífica! - rio ligeramente.
- Entonces, voy a ir preparando la cama, neesan. Se está haciendo oscuro, y pareces tener sueño. - explicó. Se levantó del sofá, apartando a la chica con cuidado. Se dirigió al dormitorio, deshizo un poco la cama gigante con sábanas gruesas y suaves, donde el ruso dormía y soñaba cada noche. Tenía que calentar el colchón, así que puso el viejo cacharro, un pequeño plato con carbón ardiendo, debajo de la cama. Así, se calentaría y cuando vayan a dormir, ya estaría listo.
Volvió al comedor, a buscar a su hermana.
- Neesan... ¿te apetece cenar algo? Voy a preparar borshch*. - comentó, con voz suave y con el ligero rubor en sus mejillas, que aun las cubría.

*Borshch: sopa rusa.