Quiero probar el vino .___.

Esta vez salía con apuros, la hora le comía al reloj y la visita que supuestamente tenía que llegar al bar de la esquina no llegaba, o eso pensaba el jefe; aunque no lo iba a adivinar porque todavía no había salido dell garaje de su casa por motivos del auto; este no encendía
-Vamoos, no me puedes fallar en estos momentos...- le dió un empujon al embrague, metió de nuevo la llave, dió media vuelta y Broom, arrancó -¡Oh sí!- exclamó su grito de victoria a la par de que salía con suma rapidez hacia donde se suponía debía encontrarse con aquella señorita

En medio del camino y casi llegando, atendió su celular y era aquella persona, le dijo que le iba a mandar la dirección del bar por móvil y así lo hizo. Antonio la recibió y estaba parado justo detrás de aquél lugar, por torpeza no lo vio después de seis minutos de andar rondando, para su fortuna la mujer no era tan impaciente y le indicó, con señas, que estaba allí.

El español entró al bar con una sonrisa en rostro, buscando a la mujer y sentándose en una mesa.

Algo pasaba con la muchacha que le había saludado unos minutos antes, ¿dónde diablos se había metido?. Seguramente fue una ilusión suya, sí sí, ¡eso! el español era muy tonto como para decir que lo engañaron o que la mujer fue sin despedirse, se cansó de él u otra cosa.

En cuanto iba a levantarse vio que un rubio con cabellos muy alborotados, que llevaba un hacha, el cual le sonaba muchísimo ya que él también era portador de un hacha hermosísima, se sentaba frente suyo, pidiendo permiso ya que el lugar estaba lleno

-No hay problema, mi cita todavía no llegó así que puedes sentarte, ¡mucho gusto!-
Un poco estupefacto por lo que había dicho recién, no sabía por qué le saludaba tan alegremente a un extraño.

-Soy el gran jefe de esta comunidad- sonrió y se abrumó por tanto aire a superioridad que salía de él y, viendo el pollo que venía de la boca del rubio se asqueo un tanto. Él tenía modales tan refinados como el francés; llevaba horas y horas de clases de protocolo al que debía enseñar a Lovino y estaba viendo que este rubio no tenía para nada modales...y menos en la mesa.

Apartó el pollo de allí y lo colocó en su plato de nuevo, pidiendo un plato de pasta con mucha salsa y su queridísimo vino, por supuesto.
-Muchas gracias, guapa- le guiñó el ojo a la muchacha que le había servido la comida y luego rió cuando esta se enrojeció bastante

-Me llamo Antonio... ¿tú eres?- le pregunto de una manera muy amable, dandole un sorbo al vino.