• Delicious Tomato •

Se había despertado con unos aires muy calmados, tenía ganas de hacer algo a lo grande hoy, pero no podía contactarse con sus amigos preferidos; los cuales salía de parranda ya fuera de noche o de día, a ellos no les importaba, simplemente el hecho de que estuvieran los tres juntos, haya algo para beber y chicas con quien ligar para ellos eso era el paraíso. Y además, los tres disfrutaban.
Como no pudo lograr esa misión, se acordó de otra cosa. Algo que, increíblemente quería hacer antes que salir a beber alcohol y levantar o ligar chicas en un bar con otros dos más; visitar a alguien especial para él.

No lo iba a avisar, simplemente iba a caer en su lugar para sorprenderlo, para mostrarle que sí se acordaba de él aún siendo que él vivía ya en su propia casa. Como antes, siempre que España volvía a la casa, traía regalos para el Sur de Italia, como muestra de que, en sus viajes, siempre se acordaba de este; siendo que todas las noches lo llamaba, pero aun así eso no era bastante para Italia.

Tomó las llaves del auto, y se puso en marcha recorriendo las calles de la hermosa ciudad italiana; Roma. Hacía tanto que no recorría pacíficamente esta, será porque Romano no le mostraba lo nuevo que había en la ciudad? Es que siempre se andaba quejando que era un recorrido largo y que le dolían los pies... no admiraba la hermosura de su arte. Pero sin más el español sonrió y, finalmente, dio con el garaje de la casa de este.

Sin decir una palabra, se acercó a la puerta, no la tocó y menos tocó el timbre, eran esas horas de la tarde donde uno se siente incómodo por hacer sonar el timbre ya que puede molestar por ser las horas de la amada siesta. Metió una mano en el bolsillo y sacó un llavero en forma de tomatitos, con dos mochis con las caras de romano y españa; ahí estaban ciertas llaves y, una de esas, abría la puerta de este.
Adentrándose a la casa, viendo un tanto desorden, se bajoneó e hizo un mohín de disgusto, luego de pensar "Ha... es tan típico de él..". Pensaba que estaba durmiendo o que había salido a comprar cosas, uno nunca sabía. Entonces, para sorprenderlo aún más... empezó a ordenar todo el desastre que veía cayéndose por ahí.

Limpió la mesa, sacudió los sofás, limpió la televisión que, al parecer tenía restos de tomates. Barrió el suelo, colocó manteles nuevos a las mesas, puso recto a los cuadros, limpió la escalera y limpió los vidrios y las puertas.
Todo en tan poco tiempo. Se detuvo para felicitarse a sí mismo y festejar que todavía no había perdido esa magia limpiadora suya.

Cuando este empezó a hacer la limpieza se recordó los largos y arduos trabajos que le hacía hacer a Romano cuando este vivía en propiedad suya, cuando, según España todos eran felices y tranquilos en una sola casa.
Recordaba que siempre que le pedía al menor limpiar la casa para cuando el vuelva de ese viaje tan agotador en Russia, o en Inglaterra, para que vuelva con una sorpresa y la casa bien limpia y reluciente, pero, al final se encontraba con la casa patas para arriba y el desastre multiplicado por cien.

Rodó los ojos mientras se acordaba de eso, siempre que encontraba a Romano estaba sentado en el sofá o, por lo menos de chiquito, y morfandose todos los tomates que había cosechado el mayor. El pelicastaño mayor se quejaba por las pérdidas que tenía de tomate, mas estaba muy feliz de que fuera él quien se acababa de comer y no otra persona odiosa, además, luego de eso podía pasar más tiempo con el pequeño ya que se quedaba a dormir en la casa de este y se bañaban juntos, jugaban juntos o cosechaban juntos.... claro que el menor lo hacía a medias, pero aún así el mayor estaba contento y satisfecho con él.

'Desearía volver a retomar esos días tan alegres y tranquilos...'pensó vagamente, luego de posarse por una de las sillas y echar sus guantes y la escoba de limpieza que había cogido del almacén de limpieza de las Italias.
Estas le sirvieron de mucha ayuda a la hora de limpiar ya que, como los dos chicos nunca limpiaban, el jefe, aunque sea una vez en su vida, tenía que venir a ordenar todo lo que estaba allí y, aunque no era su trabajo él lo quería hacer por sus dos amados.

De pronto, se asustó de repente y, esto hizo que caiga resbalándose por aquella silla, aquel acto había producido un grito que había escuchado o más bien, un griterío. Sin duda era la voz de Romano ya que Veneciano nunca iba a levantar la voz a sus mayores, eso lo sabía bien.
Sus ojos empezaron a brillar y su corazón a latir más y más fuerte, estaba tan emocionado y errado al mismo tiempo, al final, el romano sí estaba en casa y no fuera como lo había pensado.

Caminó a paso rápido hacia el pasillo, que seguía del recibidor y la cocina, pero, antes de llegar hacia donde le guiaba la voz que gritaba, un cuerpo chocó contra el suyo y, de golpe cayó al suelo, de nuevo chillando.
Era Romano. Por acción de Inercia y, omitiendo todas las puteadas que se quejaba este, el Español esbozó una sonrisa muy tierna, la típica sonrisa española que cautivaba a mil damas pero más a una persona.

-¡Romano!- se lanzó a abrazarlo y, así, los dos cayeron de nuevo al suelo, estaba tan feliz de verlo y sí, esa sorpresa la había caído bien... y de culo para mas.
-¿Te ha gustado la limpieza?- continuó -¿Como has estado? ¿¡Me has extrañado, no!?- suspiró y le dio un besito en la frente -Pues mira...- sacó de su bolsillo un llavero, el mismo de antes -Tengo la copia, ¿te acuerdas que siempre que estaban solos me llamabais?- sonrió, sin parar de hablar, muy hiperactivo y alegre como siempre.

Era cierto que había venido a visitarlo y a darle una sorpresa, pero antes le había avisado al menor de los hermanos su venida; si Romano se enteraba que el español le avisó primero al menor de los italianos, lo partía en pedazos... de eso estaba más que seguro. Pero lo hizo para que Veneciano dejara la casa así como estaba y los deje solos al español y al italiano mayor. Veneciano respondió con mucho gusto y algo de torpeza a todo eso, con inocentes pensamientos nada sospechosos de parte del español, al fin y al cabo sabía de su aferro hacia su hermano mayor y le gustaba tenerlo cerca y más aún si se trataba con su hermano.

Seguía en el suelo abrazado con el italiano en cuanto observó sus reacciones a por parte del español, era tan típico de él exaltarse y ponerse muy nervioso cuando este venía a visitarlos y más aun si no avisaba antes. Pero eso a Antonio le fascinaba.
Arqueó una ceja y lo miró con la barbilla alzada, dando ciertos aires de supeioridad y casi marcándolo con la mirada a lo que había gritado antes. Eso es lo que tú haces, pequeño Lovi iba a responderle pero solamente pensó, ya que luego se retractó este de sus palabras y las corrigió, a lo que el español alegre contestó:

-Pero Oyabun quería sorprenderte, además, ¡mira que bello lugar teneis!-

Y, aún sobre este observo el lugar, viendo que lovino apartaba su mirada y luego la traía de nuevo observando dicho llavero que lo había mostrado antes. Para terminar, luego de observar su capacidad de limpieza rápida en menos de una hora, escuchó de nuevo los quejidos del menor, pero ahora eran más leves y estaban más calmados, cosa que mostraba al español que Romano estaba agradecido por algo pero nunca lo iba a demostrar en palabras... y aveces ni siquiera con actos.

Se levantó y estiró una mano para ayudarlo a levantar, luego del quejido de este que lo soltara, le hizo caso y respondió finalmente a las otras dos preguntas que había pasado por alto -Pues quería visitarte, ¿no te agrada mi presencia? - hizo cara de puchero y cachorrito triste y contestó la otra -Hace como cuarenta minutos atrás... me he tomado la libertad de arreglar tu casa, como Veneciano no está...- y luego se dio la vuelta para mirar a otro lado y darle la espalda, era un juego para él hacer enojar y quedar como culpable al pobre de Lovi, hacerle como si fuera que no quería al español y este que le estaba dando todo su amor y esfuerzo en arreglar sus cosas.

Desvió la mirada y ladeó la cabeza hacia un lado, haciendo como que no le importara y mirando a escondidas al italiano, riendo en sus adentros por como había reaccionado este; obviamente lo había regañado por haber limpiado su mierda, vocabulario que no permitía España en su casa, ya que, a simple vista podía parecer muy vulgar y sabía que la clase estaba por sobre todo en su hogar, además de los modales, claro.

-Y es de mala educación no decir gracias como te lo enseñé, pequeño Lovi- ese gracias lo había dicho en español, así como le había enseñado en todas las clases de español al italiano. Clases que, por poco se dormía o nunca atendía correctamente y siempre se zafaba y decía cualquier barbaridad a cualquier persona.

Le sacó la lengua como un niño pequeño al escuchar lo que el otro le había dicho, se sentía muy bien por el acto que había hecho anteriormente que era limpiar la casa, realmente había quedado muy reluciente y se notaba que se había limpiado recién.

Esbozó, de la nada, una sonrisa mientras se daba media vuelta y, antes de poder decir nada Lovino comenzó a hablar. El español frunció un poco el ceño, él no tenía hambre pero claramente estaba que el menor sí ya que por eso iban sus acciones tan de repente, por lo que lo vio muy contento atravesar la cocina y luego salir de nuevo de ella, algo apurado parecía...

Sintió el pequeño estirón, más bien, el ESTIRÓN que le había hecho el italiano, media remera la había estirado y tenía miedo a que le agrande ya que había sido regalo de uno de sus hijos latinoamericanos y según lo veía era ropa muy cara -¿O-oi R-romano, q-qué haces?- arqueó una ceja y caminó a las corridas con él, llegando a la cocina, quedando atónito por ser empujado, mas bien arrastrado por el menor

-Ya entendí- le dio pequeños coscorrones en la cabeza, simples pero muy tiernos -¿Qué quieres comer?- revisando cada placard que había en la cocina, viendo qué comidas habían y qué había para cocinar.

¡No lo sabía! No estaba enterado que a Romano le molestaba esperar cuando este cocinaba la paella, bueno, para él era normal esperar tanto pero no tenía ni la más pálida idea de que a Romano le molestaría. Es que él siempre se está quejando por todo que esos quejidos ya los había pasado por alto, entonces no tenía idea.

Se reprochó a sí mismo y bajó la cabeza, hizo un mohín pero mas bien de tristeza y se quedó así por un buen momento, hasta que el pequeño habló de nuevo y vio como iba a sacar un paquete de fideos, mas bien, pasta como lo dirían todos los italianos y una que otra salsa para después del preparado. El italiano le había dicho que no entendía nada, rapidamente el español alzó la mirada y extendió sus manos para agarrar el paquete, una vez que lo tenía en la mano observó la sección de idiomas, donde, el segundo idioma en la lista era el español -¡Jo... pero si está en español!- estiró la mano y se lo mostró -¿Ves, ves? ¡aquí!- se trajo para si mismo de nuevo el paquete y miró a romano con cara de culpa y tristeza -....todos estos años enseñándote español y ni siquiera puedes leer las instrucciones de un paquete...- se lamentó varios minutos y luego, rápidamente cambió la cara para sonreír.

-Mmm veamos... necesito una olla- dijo, abriendo uno de los estantes, buscando la olla necesaria ya que habían muchas de diferentes formas y tamaños. Cuando encontró, finalmente la que quería, prendió la cocina, le cargó agua a la olla y la colocó encima de la cocina, esperando a que se caliente -Aquí dice... 'Hervir xml de agua' Aja 'Esperar 45mins hasta que la pasta esté bien amoldada' aja aja - asentía con la cabeza mientras leía y entendía - 'Una vez que note que la pasata esté bien cocinada, un poco más blanda y bien hecha, apagar el fuego y retirar la olla, colocarla en un colador y servirla a su gusto'- terminó de leer y se apoyó por una silla, mirando a romano y sonriendo -No te preocupes, la pasta ya está en camino- le guiñó el ojo y esperó.

Mientras esperaban la pregunta de Romano le había caído por sorpresa, la verdad no estaban en sus planes ir al carnaval de Río de Janeiro con el italiano menor, pero, ya que lo había dicho y su sobrino tanto quería que se vaya pues ¿por qué no? -Tendría que pensarlo... necesito unas buenas vacaciones y si es con mis dos italias preferidos, ¿por qué no ir?- rió -¡Claro, ven con nosotros Romano! Será maravilloso que tu y yo estemos en otro continente, nos vamos a divertir a montones- sería magnífica la idea de ir con su amado a otro continente y más si era el país carnavalesco, Brasil.

A la par que atendía la conversación que estaba teniendo con el italiano le echaba un ojo a lo que estaba cocinando; este parecía casi listo. Sin sacarle la mirada a esos ojos tan tiernos que tenía Romano cuando se enfurecía, lentamente agarró una manopla, extendió hacia el porta-olla y la agarró, teniéndola en la mano se hecho para atras unos pasos y se dirigió hacia la pileta, donde derramó el agua y colocó la pasta en un bowl, lista para ser derramada la salsa.

-Es muy divertido, además, podrías encontrar a tu primo...- pensando en el hijo de su hermano, Portugal. Siempre que iban al brasil lo encontraban y éste jugaba con los dos italianos; no sabía por qué se llevaba mejor con el menor de ellos y el mayor... digamos que estaba algo rabioso cuando jugaba con él, pero de igual manera eso sacaba una sonrisa del alma del Español -¡Anda! que te verías guapísimo con plumas y brillo encima...-

Alistó la pasta y luego le guiñó el ojo al menor, imaginandole en ropas carnavalescas, léase con muy poca ropa y muy sensuales movimientos a la par que danzaba ese ritmo carioca.
Justo cuando iba a rogarselo de rodillas, el menor aceptó... como lo solía hacer cuando aceptaba una cosa, gritarlo y negarse la vida, pero aceptando. -Romanoooooo~~~~ - dejó la pasta en una mesa y saltó sobre él -¡Yay! ¡¡Nos divertiremos mucho!- estaba tan emocionado que lo empezó a abrazar y dar besitos en la cabeza, sin importarle la reacción de este que, claro estaba, no iba a ser muy buena que digamos

[Te juro que me pone tan feliz ver que romano responde este tema *A*]

Nunca le iba a parecer demasiado el cariño con el que trataba a Romano, es más, le parecía muy poco, ya que pensaba que el menor necesitaba de más cariño por eso la parte de la negación y los retractos asumidos de su parte. El español se sentía un poco culpable por dejarlo a veces mucho tiempo, como cuando viajaba fuera del país o simplemente se iba unos días a la casa de unos amigos, pero esta vez llevaría al Italiano consigo.

Lanzó una leve carcajada cuando el italiano respondió a sus besos, claro estaba que de una forma muy tierna, como siempre. -L-lo siento- no, no lo sentía, pero si no lo decía de esa forma sabía que... "podría llegar el caso" de que Romano sea llevado a la fuerza a ese viaje, pero bien adentro él sabía que sí se quería ir -Haa... nos divertiremos tanto- repitió, mientras perdía la mirada, imaginandose a la parejita yendo por las calles de Rio de Janeiro, visitando tiendas de ropa, comida, juegos... etc. Todo un lujo para Fernandez Carriedo, estaba tan emocionado que se le notaba a leguas en la cara.

Luego de escuchar ese agradecimiento no pudo evitar esbozar una gran sonrisa; eran pocas las veces que escuchaba a Romano decir gracias a voz -capaz que a veces las decía en su mente- no pudo evitar dejar salir una lagrima de la cara; tantas emociones juntas, por el viaje, el agradecimiento, y las cosas que aún faltaban por pasar.

Se sentó junto con él y se sirvió la pasta, que, dicho sea de paso, le había salido muy rica. La juntó con la salsa de tomate que no podía faltar y empezó a comerla, como quien nunca había visto unos muchos fideos en un plato, halagándose a sí mismo por lo riquísima que estaba
-Deliciosa~ - dejó escapar al término de una mordida, luego de haberla tragado toda, con todos los buenos modales que tenía un español en la mesa. Sonriendo a Romano quien comía tiernamente a su lado

Le siguió con la mirada cuando fue a traer los vasos y la botella de vino que, al parecer ya estaba abierta y ya había sido consumida por el italiano; cuando se levantó el menor el mayor pensó que lo iba a dejar comiendo solo, pero se alegró cuando este volvió con los vasos en la mano y citó aquellas palabras. Asintió con la cabeza y terminó de comer, mientras agarraba el vaso que este le había ofrecido y tomado un sorbo de aquel vino tan delicioso

- Es mucho más deliciosa acompañada - digamos que le tiró varias indirectas al menor, aunque dudaba que este lo iba a notar, pero sí que era mejor estar acompañado de él que estar solo y bien que amaba estar con él y tomar un simple vino y comer una rica pasta. Eso era verdaderamente satisfactorio para el español. El gran cariño que le tenía a romano era inmenso y no se podía comparar con nada del mundo y menos romper por cualquier estupidez que haga.

Se sobresaltó un poco cuando este golpeó su puño contra la mesa; estaba perdidamente perdido en sus pensamientos mientras que lo miraba fijamente aunque con la mirada muy perdida. Seguramente Romano había notado la falta de visión (?) del Español por eso el alardío, aunque este simplemente soltó una leve carcajada y sonrió, para luego decir

-Pueees - y como siempre, muy tonto como le decía la verdad Romano, no sabía de qué hablar puesto a que se había perdido el hilo de la conversación anterior por haber estado admirando la belleza italiana, aunque bien se sabía que Antonio para hablar era una odisea, ya que hablaba tanto que no te daba tiempo para contestar a todo. - Pues qué tienes pensado hacer este día, Itakun? - pensó - Si quieres luego de comer podemos bañarnos juntos como lo hacíamos antes... - recordó - Podría frotarte la espalda y lavarte donde no alcanzas - rió recordando que, cuando este era pequeño, le pedía de una forma tan avergonzada al español que le lavara las partes más íntimas que este no alcanzaba (? - O podríamos admirar la belleza de tu desordenado cuarto - Se burlo, algo torpe - También podríamos ir a burlarnos de alguien, aunque no lo sé, qué harías tú ?-

Acostado ya, como siempre tenía la manía de taparse hasta la barbilla; le encantaba meterse bajo las sábanas - en el buen sentido de la palabra - y juguetonear con las manitos del italiano y, aunque este ya estuviese completamente dormido el español igual iba a abrazarlo y aprovechar a que no lo podía putear.

Entrelazó su mano con la de él, mientras que escuchó el susurro de su nombre. Una sensación muy tierna recorrió todo su cuerpo ¿podría romano estar soñando con él? no podía venirle ningún pensamiento pervertido ya que simplemente no era su especialidad.

Cerró los ojos y, junto con el chico, encaminó sus sueños.

En el mundo de sueños de Antonio todo es bonito; nada de crisis económicas, nada de jefes superiores que le dicen qué hacer, nada de Turcos tratando de robar a su amado... su amado, él sí que estaba en ese sueño. Era terco y testarudo como lo era en la vida real, nada más que un poco más tierno y dulce con el mayor... ¡sí que era un sueño! Romano lo abrazaba sin que el mayor lo pida de rodillas o le ruegue, eso era inexplicable, un sueño, sin lugar a dudas.

- Te amo... - susurró, aún estando dormido; en el sueño le estaba diciendo lo mismo a él y no se explicaba como pudo haber modulado eso para que Romano de la vida real, quien yacía con él en la cama, podía haber escuchado.

Luego de eso esbozó una tierna sonrisa, se notaba que estaba disfrutando de ese sueño. Suplicó tener muchos así, casi siempre eran pesadillas lo suyo; que se acababan los tomates, que un tomate carnívoro los perseguía, etc..

Y, cuando menos lo esperaba, cuando estaban en la escena de las mil y un flores a su alrededor, con ellos en ese campo minado de rosas y cosas alegres y de enamorados, corriendo uno a dirección del otro, cuando estaban a punto de abrazarse y ser felices, y besarse, y tocarse... todo se oscureció, todo pasó tan rápidamente y de pronto un dolor de cabeza lo abrumaba

No entendía lo que pasaba, frunció el ceño y los ojos, algo hizo que la cabeza le explotara del dolor pero no sabía qué. No sabía si estaba en sueños todavía o si ya debería despertar... ¡¿qué rayos pasaba!? abrió los ojos lentamente, aunque solo uno logró abrir, divisando a una persona ir con paso rapido al baño - ¿R-Romano...? - lo dijo con un hilo de voz, para proseguir colocando una mano en la cabeza que la tenía lastimada y él sin saber por qué -Agh.. q-qué dolor...¿q-qué sucedió?-se levantó con pura pereza de la cama, tambaleando un poco, sin darse cuenta que el italiano había escuchado aquél susurro y era ese el motivo de su argelería y sus puteadas contra el mayor

Se quedó sentado un momento, sin reaccionar todavía, sin pisar tierra siquiera, estaba totalmente fuera de sí. Es que también, si lo levantan de un cabezazo ¿quién entendería qué fue lo que pasó?
Miró la puerta del baño, esperando a que romano saliera de allí y le de una explicación, pero los minutos pasaban y parecía que nunca iba a salirse de ahí. Lo único que quedaba era ir a por una explicación.

Se levantó de la cama, así como estaba, sin colocarse ropa alguna, ni siquiera se dio cuenta de cómo estaba, dio unos pasos y ya estaba en la puerta del baño, estiró la mano y giró la manija y esta estaba cerrada. - ¡Romano abre! ¿Por qué te encierras? - puso una cara de niño inocente y sin entender una acción del menor - ¿Me puedes explicar qué he hecho?- prosiguió, intentando seguir abriendo la puerta - He hecho algún ruido incómodo?... ¿te he pateado? ... ¡sabes que a veces me muevo mucho pero eso no es motivo de encerrarse! - seguía sin entender nada, quedandose ahora él tras la puerta hacia la habitación y el italiano hacia el baño. Separados por una puerta - Si fue así... perdóname -